Diversidad Biológica y Cultural Trópico Americano

Introducción a los orígenes y desarrollo cultural en el Hemisferio Occidental

Los ecosistemas de alta diversidad biológica y cultural en el Trópico Americano representan uno de los mejores ejemplos para mostrar la compatibilidad de las primeras poblaciones humanas en el aprovechamiento, manejo y conservación de la naturaleza.

Diego Rivera, 1945. Fotografía: Nisao Ogata

El logro más importante conseguido por los pobladores de las selvas húmedas desde hace miles de años ha sido la formación de sociedades complejas caracterizadas por la generación de excedentes de alimentos, que permitieron la diversificación y especialización de actividades como la arquitectura, la medicina, la ingeniería, la agricultura y el arte. Es decir, la máxima expresión humana de estética, armonía y comunicación con la naturaleza.

Diego Rivera, 1945. Fotografía: Nisao Ogata

Sin embargo, recuperar la evidencia relacionada con las formas de producción, interacción con la naturaleza y el conocimiento legítimo generado por las diferentes culturas de este continente, es un esfuerzo difícil de realizar. En gran medida, porque la información es frecuentemente ocultada, tergiversada, sesgada, principalmente con la intención de justificar toda una serie de procesos de colonización ocurridos desde que los europeos llegaron a este continente en 1492.

Las historias de invisibilización inician con la narrativa sobre la presencia de los primeros pobladores de este continente; construidas principalmente desde las escuelas norteamericanas de arqueología para hallar una justificación «científica» a la invasión de territorios indígenas, etnocidios y construir una historia «oficial», contada enteramente desde la visión occidental.

Los primeros pobladores del Hemisferio Occidental

Estrecho de Bering. Imagen tomada de Google Maps.

De acuerdo con Paullette Steeves (2023), los distintos procesos de colonización en la educación occidental han escondido, silenciado, las historias del pasado y formas de ver el mundo por parte de los pueblos indígenas. Por más de noventa años, los arqueólogos norteamericanos se empeñaron en sostener que las primeras personas que llegaron a este continente lo hicieron a través de una area conocida como Beringia o estrecho de Bering, hace apenas unos 12,000-14,000 años. Un tiempo muy corto para una temprana migración humana, una verdadera anomalía si consideramos que los homínidos estuvieron presentes en el Hemisferio Oriental desde hace más de dos millones de años. Así, las inferencias académicas sobre la temprana evidencia de humanos en el hemisferio Occidental han sido profundamente constreñidas para borrar el pasado indígena y las historias que los ligan con la gente del presente, su herencia e identidad y antiguos asentamientos.

Para borrar el pasado indígena se han utilizado argumentos como: «que los indígenas de este continente llegaron recientemente de Asia, Siberia o Francia», ¡países y culturas que no existían hace 11,000-12,000 años!.

A pesar de las discusiones sobre si los sitios arqueológicos del Pleistoceno «pertenecen a los modernos estados-naciones», en realidad, las fronteras actuales no tienen nada que ver con las migraciones y asentamientos en el Pleistoceno.

Stevees (2023), sostiene; «lo que tradicionalmente se ha medio enseñado acerca del pasado indígena, en realidad, está más relacionado con lo que no se enseña que con lo que se enseña». Las discusiones académicas acerca de los primeros pobladores de este continente son definidas en el sentido de: “cómo el conocimiento ha llegado a no ser” y “cómo se produce ignorancia a través de la negligencia, la secrecía, la supresión y destrucción de documentos, sin cuestionar la tradición y la selectividad sociopolítica».

Los materiales educativos construidos de esta forma “agnotológica”, sirven para la colonización de la mente, enseñando a la gente a pensar formas aceptables de nación-estado y no cuestionar a las llamadas “autoridades científicas”. La mayoría de las historias de los indígenas de este continente fueron inventadas por académicos eurocentristas para articular la historia de las «Americas» como una tierra de nadie (Terra nuillus), una tierra desierta, carente de gente y de historia.

De acuerdo con la misma autora: «la academia, trabajando como sirviente de las naciones-estado colonizadoras, se encargó de construir la idea de los indígenas como migrantes recientes de este continente, es decir, que estuvieron presentes por un corto periodo de tiempo hasta que, misteriosamente, desaparecieron o se extinguieron. Estos académicos crearon escenarios donde las relaciones de los indígenas actuales con sus ancestros y sus tierras son sospechosas o no existieron».

En la literatura occidental los indígenas eran presentados como sub-humanos y parte de la naturaleza, no de la cultura. Los indígenas, por lo regular, presentados como simples cazadores-recolectores carentes de creatividad, ciencia e intelecto. Algunos investigadores occidentales describen las áreas relacionadas con los primeros asentamientos en el continente como “misteriosos” y a sus habitantes como “desconocidos”.

No obstante, como sabemos, antes de la llegada de la gente de occidente, los indígenas ya habían construido grandes ciudades, más viejas y tecnológicamente más avanzadas que muchas ciudades del otro continente.

En su libro, «The indigenous Paleolithic of the Western Hemisphere» (2023), Stevees presenta una discusión basada en cientos de artículos revisados para relacionar distintos sitios arqueológicos del pleistoceno y correlacionarlos con diferentes lineas de investigación interdisciplinaria que soportan evidencia sobre la posibilidad de que los humanos poblaron este continente miles de años antes de la última glaciación (24,000-18,000 años). Discute además, sobre las tradiciones orales en el contexto de la historia indígena en lugar y tiempo en «la Isla Tortuga» (el nombre con que muchos grupos indígenas de lo que actualmente es Norte América, identifican sus territorios). Describe también una muy bien documentada historia de racismo en la arqueología Norteamericana que ha constreñido y deshumanizado el pasado indígena.

Debido a que la ciencia occidental demanda una estricta adherencia a recopilar evidencia empírica, tiende por tanto a rechazar las tradiciones orales y el conocimiento tradicional.

En la búsqueda para entender las posibles migraciones humanas durante el pleistoceno, la autora relaciona la historia de las migraciones de mamíferos entre continentes, las tradiciones orales, la genética y la lingüística. Describe cómo, de manera sorprendente, las teorías de la primeras migraciones humanas en el continente Occidental se mantuvieron estáticas por más de 90 años, a pesar de que la historia de los humanos ha cambiado en el resto del mundo. Una explicación a esta situación, asegura, se debe a que la cultura colonizadora siempre ha tenido el interés en disminuir la longitud de tiempo en que los colonizados han estado presentes en sus lugares de origen para así minimizar su relación con el territorio. De esta manera, las historias sobre las recientes escalas de tiempo de las primeras migraciones humanas en el hemisferio Occidental no están basadas únicamente en evidencia arqueológica, sino en realidad, en una construcción política para mantener el poder colonial y el control sobre la herencia indígena, los restos materiales y la historia en general.

Resulta importante resaltar que, por lo regular, quienes investigan, ni nacieron ni están bien familiarizados con el lugar donde realizan sus investigaciones. La rutina del proceso de investigación consiste en observar, colectar datos y llevarse la información para por lo general, nunca regresar, o como en algunos casos que yo conozco, regresar al lugar donde tomaron la información y con la cual se hicieron «famosos», unos 50 años más tarde…

En palabras de Linda Tuhiwai (2016); «Desde el punto de vista del colonizado, el término «investigación» está instrínsecamente ligado al imperialismo y colonialismo europeos. La palabra misma «investigación», es quizás una de las más sucias en el vocabulario del mundo indígena. En muchos contextos indígenas, cuando se menciona esta palabra, incita silencio, conjura malos recuerdos, provoca una sonrisa que proviene del conocimiento y la desconfianza».

Dice Stevees (2023): «Mediante el pensamiento crítico y el desafio a los dogmas eurocentricos es que hacemos el reclamo de nuestro derecho a pensar, hablar y efectuar cambios que se reflejen positivamente en el mundo. Criticar la producción de conocimiento occidental sobre historias indígenas es esencial para el arqueólogo, para discutir y re-escribir las historias establecidas en ideologías occidentales de conquista que se mantienen inmersas en los libros de texto». De esta manera, la información arqueológica e histórica no son simples piezas neutrales de información. Stevees menciona además, cómo por décadas, los antropólogos occidentales y arqueólogos han discutido sobre las comunidades fuera de sus propias culturas como si conocieran todo acerca de ellas. «Cuando antropólogos o arqueólogos hacen declaraciones acerca de prácticas culturales o historias de comunidades de las cuales no son miembros, frecuentemente despliegan una falta de cuidado acerca de su propia ignorancia».

La «cultura Clovis»

Estrecho de Bering. Imagen tomada de Google maps.

La «cultura Clovis», «cultura de Clovis» o «cultura llano» ―en el norte de México y sur de Estados Unidos― fue considerada a mediados del siglo XX como «la cultura indígena» más antigua del continente americano.
Su datación por radiocarbono calibrada indicaba un periodo entre el 10,600 -11 250 a. C. (fuente: wikipedia).

Durante la mayor parte de la segunda mitad del siglo XX, los descubrimientos acerca de «esta cultura», la cual era caracterizada por la manufactura de un mismo tipo de herramientas de piedra, sustentaron lo que se conoce como el «consenso Clovis» del continente americano. Es decir, una sola cultura poblando todo el continente.

La gente de Clovis (el sitio se encuentra en lo que ahora corresponde a Nuevo México, U.S.A), fue tradicionalmente considerada por los arqueólogos como un grupo cultural pan-hemisférico que comprende a los primeros pobladores de lo que ahora llamamos el continente americano. 

Como se mencionó previamente, la razón para caracterizar a los distintos grupos humanos distribuidos en el continente como «una misma cultura» se atribuía principalmente al hallazgo de un mismo tipo de artefactos de piedra a lo largo de diferentes antiguos asentamientos.

Lo endeble del argumento radica en considerar que por hallar un mismo tipo de herramienta, podía entonces caracterizarse «una sola cultura» en todo el continente. El razonamiento excluía las distintas variaciones topográficas, climáticas, ecológicas, disposición de distintos tipos de recursos y diferentes formas de interacción entre los seres humanos y la naturaleza para poder sobrevivir en cada uno de los sitios habitados.

Si de formas de producción y supervivencia se trata, el conocimiento generado y transmitido por los Inuit, habitantes de lo que ahora corresponde a Canada y Alaska es inservible para los pobladores de Mesoamérica o la Amazonía y viceversa.

Una forma de sesgar la evidencia arqueológica ha sido a través de la interpretación de artefactos de piedra halladas en uno u otro continente anteriores a 12,000 años. Por ejemplo, si estos son hallados en el Hemisferio Oriental, por lo general son aceptados como de manufactura humana sin mucha discusión. Sin embargo, si el mismo tipo de artefactos de piedra, y del mismo periodo, son hallados en el hemisferio Occidental, entonces son por lo general interpretados como “geohechos” (una piedra natural o una pieza de piedra resultado de eventos naturales, como procesos fluviales, y que parece como si hubieran sido hechas por humanos); entonces la evidencia es descartada. Por tanto, si la evidencia es un «geohecho», no hay historia que contar sobre los pobladores de este continente.

Por otro lado, es común encontrar descripciones y discusiones sobre los antiguos pobladores aplicándoles nombres continentales modernos como identificadores. Esto, sólo consigue crear falsas visiones de los indígenas, así como de europeos o asiáticos durante un tiempo en que esas áreas culturalmente no existían.

Migraciones de mamíferos entre continentes

Llama sudamericana . Fotografía: Nisao Ogata

Una pieza de evidencia importante para inferir la presencia de poblaciones humanas en el Hemisferio Occidental consiste en relacionar la historias de las migraciones de mamíferos entre ambos hemisferios. La evidencia fósil muestra que las migraciones de mamíferos ocurrieron por millones de años, lo cual apoya la idea del estrecho de Bering como la ruta intercontinental por donde cruzaron cuadrúpedos y bípedos antes de la última gran glaciación.

La familia Camelidae, por ejemplo, que incluye a los camellos y las llamas, se originaron en el Hemisferio Occidental. Los camellos migraron hacia el Hemisferio Oriental a través del estrecho de Bering hace unos 7.5 millones de años. Se han hallado fósiles de camellos en el Hemisferio Occidental evidenciando su utilización por humanos, posiblemente para alimentación y algunos otros usos. Los camellos pudieron ser además alimento de felinos dientes de sable.

Otro grupo de mamíferos, los Perissodactilados (el grupo que incluye a los caballos, rinocerontes y tapires, que evolucionaron durante el Mesozoico (252-66 millones de años), también se originaron y diversificaron en el Hemisferio Occidental y que en el caso de los caballos y rinocerontes, migraron hacia hemisferio Oriental.

A medida que se exploran nuevos sitios, se tiene mayor precisión relacionada con las posibles fechas en que ocurrieron las migraciones de mamíferos entre ambos continentes. Por ejemplo, existe evidencia de migraciones del Bison desde el Hemisferio Oriental hacia el Hemisferio Occidental en diferentes periodos durante el Pleistoceno. Se han identificado dos migraciones de Bison, una entre 195,000-135,000 años y otra entre 45,000-21,000 años. La evidencia de migraciones de Bison priscus desde el Hemisferio Oriental, han sido fechadas de hace unos 130,000 años. El Bison gigante de cuernos largos (B. latifrons) evolucionó de un Bison que habitaba las grandes llanuras del hemisferio Occidental. Recientemente, se han hallado restos de B. latifrons en lo que ahora es el Estado de Colorado, U.S. A., que datan de unos 120,000 años. Se ha evidenciado además de una migración desde el continente Oriental hacia este continente hacia 42,000-21,000 años.

Los Mamuts, originarios del Hemisferio Oriental (Africa) migraron hacia lo que ahora conocemos como Asia y de ahí al Hemisferio Occidental hace unos 1.3-1.5 millones de años a través del estrecho de Bering. Los registros fósiles muestran también el intercambio de mamíferos entre ambos hemisferios durante el pleistoceno cuando las primeras poblaciones de homínidos se distribuían por todo el Hemisferio Oriental en lo que ahora conocemos como Africa, Europa y Asia.

Hasta este punto, pareciera fuera de toda lógica pensar que, mientras los grandes mamíferos transitaban a través de ambos hemisferios, los humanos, cazadores-recolectores que se alimentaban de estos animales, por alguna poderosa razón no atravesaron por el estrecho de Bering tras estos animales al menos para cazarlos, sino hasta hace apenas 12,000-14,000 años en que finalmente decidieron cruzar.

Para dar un poco de contexto, hace unos 2.1 millones de años Homo habilis ya deambulaba en lo que ahora es Africa y hace unos 1.9 millones de años, Homo erectus ya vagaba en lo que ahora es Asia. Mientras estos homínidos se desarrollaban en estos vastos territorios, hace unos 2 millones de años, el Hemisferio Occidental era una amplio paisaje sin hielo, viable para el desarrollo de humanos y animales. Esto no significa que las especies de Homo previamente mencionadas hayan migrado al Hemisferio Occidental pero si abre la posibilidad de migraciones a través del estrecho de Bering en periodos previos a la última gran glaciación, es decir, 24,000-11,000 años. El punto interesante es ¿por qué hasta apenas recientemente no se había explorado siquiera la posibilidad de la presencia humana en este continente antes del pleistoceno, a pesar de que ecológicamente existían las condiciones para las migraciones desde hace por lo menos 100,000 años?. Stevees (2023) plantea una respuesta: «El entendimiento del pasado ha sido contado a través de un sesgo político ligado a procesos históricos de colonización». La evidencia relacionada con las condiciones ambientales permiten inferir que las poblaciones humanas pudieron haber migrado hacia este continente al menos desde hace unos 130,000 años y quizá mucho antes.

Durante largos periodos, existieron grandes praderas en lo que ahora se conoce como Kansas y Nebraska, donde apacentaban rinocerontes, mamuts y camellos entre otros mamíferos. Después de diversas migraciones entre ambos hemisferios por millones de años, los grandes mamíferos desaparecieron del Hemisferio Occidental durante el pleistoceno, pero como no podía faltar, se ha sugerido en múltiples escritos que esto se debió a que las poblaciones humanas del Hemisferio Occidental… ¡Se los comieron!. Con la intención de denostar aún más a los habitantes de este continente, algunos escritores más exagerados sostienen que mientras en el hemisferio Oriental domesticaban los caballos, aquí ya se los habían comido!

Sin embargo, de acuerdo con Meltzer (2003), no existe suficiente evidencia arqueológica que muestre una amplia actividad de caza sobre la megafauna. No hay ninguna asociación entre los rastros dejados por los artefactos Clovis en animales que no fueran mamuts o mastodontes y no hay precisión de cuando ocurrieron las extinciones, ya que las fechas de carbono14 de la mitad de los géneros de la megafauna indican que sobrevivieron al periodo Clovis. Adicionalmente, estudios de huesos humanos muestran que a finales del pleistoceno, la gente explotaba una gran variedad de plantas y animales, mucho más de que lo que se pensaba. De 75 lugares donde se presumía que eran sitios de caza de megafauna solo en 14 se ha hallado evidencia contundente de esta actividad. Por otro lado, Faith y Surovell (2009), mencionan el pequeño número de géneros que desaparecieron durante el periodo Clovis donde la mayoría, es decir, 29 géneros, incluyendo mastodontes, felinos dientes de sable y perezosos gigantes se extinguieron a nivel global durante ese periodo; otros seis géneros que desaparecieron de Norte América no desaparecieron en otros lugares del planeta.

Los primeros ancestros de los primates (protoprimates), del género Purgatorius, se originaron en el Hemisferio Oeste, hace unos 65 millones de años en las áreas ahora conocidas como Norte America y Asia cuando eran una sola masa, llamada Laurasia. Así, la más antigua forma basal de mamíferos con placenta, el putativo primate Purgatorius, ha sido documentada del Hemisferio Occidental, ¡lo que hoy es Norte América!

Cambiando la historia humana a escala global

El mediterráneo. Imagen tomada de Google maps

Para entender el registro paleontológico, es esencial discutir la historia global de los movimientos humanos, tecnologías, tradiciones orales, paleoecología, las historias de racismo y el actual colonialismo en la arqueología norteamericana. Mediante estas discusiones es que se decolonizan nuestras visiones del mundo para crear espacios de decolonización en la producción del conocimiento y re-escritura de la historia humana.

Existen dos principales hipótesis sobre la evolución del humanos modernos: la teoría fuera de Africa y la multi-regional. La primera sostiene que hubo la extinción de los homínidos arcaicos fuera de Africa los cuales fueron remplazados por un éxodo de descendientes de «EVA» que migraron desde Africa hace unos 70,000 años. Es decir, un sólo origen de los humanos modernos en Africa, un éxodo hace 60-70 mil años desde Africa, aislamiento reproductivo de los arcaicos Homo sapiens y extinción de todos los otros H. sapiens arcaicos a escala global. La hipotesis multirregional sostiene el origen en africa y la migración y evolución hacia el Este.

Sitios del pleistoceno en Norteamérica

Hay sitios como Cerati, cerca de San Diego, Cal., con restos de presencia humana de hace por lo menos 130,000 años!  En carolina del sur otro sitio de 54,000 años. De México (Valsequillo) hay evidencia de 23,000 años…y algunos otros sitios con más de 200 mil años!! Así, de 12,000 años hay que pasar a más de 20,000 años en los hallazgos de sudamérica, de manera que es posible que hayan llegado al continente entre 40,000 y 100,000 años. Dice Stevees (2023): «Un montón de cosas impresionantes han sucedido en cualquier lugar menos en America. Por ejemplo, ¿Dónde fueron halladas las momias más antiguas? ¿Egipto? Pues no, las más antiguas son de Norte y Sudamérica, no en Egipto. Una momia hallada en Nevada envuelta en piel de conejo data de hace 9,415 años. Las momias de Chinchorro del desierto de Atacama en el norte de Chile datan de por lo menos 7,000 años. La gente del desierto de Atacama tiene más de 10,000 años de haber vivido en ese lugar. Aunque los arqueólogos los ponen como cazadores-recolectores, las prácticas de momificación de respeto y cuidado por los muertos indica que la gente de chinchorro en Chile mantenían residencias todo el año en la costa norte de chile. La dieta estaba basada en plantas, animales y comida marina. Los estudios arqueológicos en el continente se han realizado principalmente desde el punto de vista de la teoría eco-funcional, es decir, un proceso donde los humanos se adaptaron a un ambiente desconocido utilizando un repertorio cultural limitado sobresaliendo el uso de herramientas y armas de caza de piedra bifaciales.

Tomado de google maps

Se asumió durante mucho tiempo que la gente del continente eran cazadores de mucha movilidad que utilizaban herramientas de piedra bifaciales. Sin embargo, esto aún no está claro debido a la amplia diversidad de ambientes a los cuales tuvieron que ajustar distintas estrategias adaptativas. La idea general era los indígenas se dedicaban principalmente a la caza mayor, sin embargo, es más plausible la idea de una dieta más variada.

¡Existen sitios que muestran una continua ocupación humana de al menos 100,000 años en este continente!

Para tomar las cosas en un contexto territorial es importante recordar que el Hemisferio Occidental representa poco más de la cuarta parte de la tierra del planeta (28%).  En el estado de Piauí, Brasil, se han hallado más de 300 sitios arqueológicos con piedras y pinturas que van de los 50,000 a los 30,000 años de antigüedad. El noreste de brasil tiene mucha evidencia de la presencia de humanos desde antes de 20,000 años representada en pinturas sobre rocas, tecnología humana, fogatas y herramientas de piedra y hueso en muchos sitios arqueológicos. Se calcula que la Patagonia  fue poblada entre 17,000-14,000 años.

Los grupos humanos desarrollaron estrategias adaptativas en áreas de alta diversidad biológica como lo ahora pertenece al Chocó, en Colombia, de donde se ha registrado la mayor diversidad de plantas en el planeta. ¿Cómo explicar entonces la existencia de «una sola cultura» sujeta tal cantidad de diversos ambientes sólo por el hallazgo de herramientas de piedra similares? 

Genética, lingüística, tradición oral y otras líneas de evidencia

La información molecular, desde hace por lo menos cincuenta años, se ha considerado como la fuente de mayor legitimidad a la hora de presentar evidencia para contestar la mayor parte de preguntas relacionadas con la diversidad biológica y cultural. Sin embargo, en un afán de ser objetivos, la información molecular no es más que una fuente de datos, como cualquier otra, por ejemplo, morfología, que está sujeta al método que se utilice para interpretar la información. Véase por ejemplo los negocios en donde a través de un «análisis molecular» te determinan el porcentaje de «indígena», «africano», caucásico, etc. en que está compuesta tu constitución genética, sin considerar que la evolución no procede en porcentajes sino a través de un proceso de cambios puntuales de ancestro-descendencia con modificación.

En el caso de la utilización de información molecular para determinar la constitución genética y origen de las poblaciones indígenas del Hemisferio Occidental, se han hecho toda una serie de inferencias y resultados muy controversiales. En especial porque las interpretaciones se han realizado mediante muestras de menos del 1% de las poblaciones indígenas que habitaron este continente. Entonces, ¿Si la investigación no provee la evidencia física o cultural requerida par confirmar la historia de un determinado grupo cultural en un territorio o sitio arqueológico, por qué sacarlo a colación? La respuesta está precisamente en la «fama» de la contundencia de la información molecular y de esta manera manipular y sesgar concepciones predeterminadas sobre migraciones, uso y manejo de recursos a lo largo de la distribución de las poblaciones humanas en este continente. Se conoce tan poco de la genética de los indígenas que aún no es posible proponer un ancestro o población para el continente. No se puede inferir gran cosa de los estudios genéticos disponiéndoles debido al pequeño número de individuos muestreados y el número de gente que se presume desapareció tras la llegada de los europeos.

El poder de la Lingüística

La evidencia genética disponible es incompatible con la evidencia lingüística mostrada a través de la evolución de lenguas en el Hemisferio Occidental. Existen 144 familias lingüísticas en el continente, las cuales, de haber derivado de un mismo ancestro, requerirían de unos 50,000 años para haberse desarrollado. Si hubieran derivado de varias familias, entonces hubieran requerido de unos 20,000 años para que unas cuantas lenguas hubieran migrado desde Siberia o Asia al Hemisferio Occidental. En cualquier caso, la evidencia lingüística sugiere que, para poder explicar la alta diversidad de lenguas desarrolladas en el continente, la gente debió inicialmente haber migrado a través del estrecho de Bering hace unos 40,000 años.

Historias orales de hace mucho tiempo…

Para Steeves (2023); «la tradición oral no son solamente historias, son experiencia vivas intergeneracionales de cohabitación respetuosa donde los humanos se consideran a sí mismos como uno más de los muchos seres en un paisaje sagrado. Por esto, las historias orales no pueden ser validadas por sistemas estandarizados como en la literatura. Sería injusto juzgar las creencias espirituales, la emociones y los sueños de una cultura basada en tradiciones orales mediante herramientas que no dan importancia a asuntos de gran importancia de una cultura que no tienen importancia para otra. Por ejemplo, existen vastas diferencias entre las percepciones indígenas y occidentales en relación a quién y qué forma una sociedad y una familia».

Conocimiento tradicional del ambiente y especies del pleistoceno.

Finalmente, Steeves (2023) resalta que el rechazo de muchos académicos para considerar las tradiciones orales en arqueología está basado en la ignorancia de los académicos  acerca del conocimiento de las culturas indígenas.

El conocimeinto indígena es una herramienta de decolonización debido a que es un disruptivo de las normas eurocentricas de objetividad y conocimiento. El conocimiento indígena y las tradiciones funcionan en la academia para decolonizar las prácticas inherentes de exclusión de otras formas de conocimiento. La visión del mundo occidental permeada a través de las instituciones académicas sirve para minimizar, marginar, subestimar y simplificar las visiones del mundo indígena mediante una nube tóxica de racismo, sexismo y capitalismo.

La visión occidental prevalece sistemáticamente debido a que sus valores están apoyados por los gobiernos, reforzados por sus leyes y perpetuados por la sociedad dominante. Para entender donde vas y cómo llegaste ahí, debes saber dónde estás ahora y para entender eso, debes saber dónde ha sido que tu has estado…Para muchos indígenas no existe una separación entre el pasado y el presente, todo el tiempo y toda la historia son cruciales para su cultura y su bienestar. Por lo tanto, al romper las conexiones entre el presente y el pasado, contemporáneos y la gente ancestral y la gente y la tierra como lo ha hecho la arqueología americana, ha realizado un muy violento y destructivo evento histórico.

Referencias

Meltzer, D. 2003. «Peopling of North America». Development in quaternary science: 539-563.

Steeves, P. F. C. 2023. The indigenous Paleolithic of the Western Hemisphere. University of Nebraska.

Tuhiwai Smith, L. (2016). A descolonizar las metodologías. Investigación y pueblos indígenas. Santiago: LOM ediciones. Chile.